Mis confusos pensamientos y tu absurda indiferencia
ahogan mi espíritu y
lentamente me encadenan a este momento
que se me hace eterno.
Mil preguntas sin respuestas
y otras tantas jamás enunciadas,
siembran este campo de incertidumbre, de desconcierto
y constante soledad.
Mil horas y mil excusas para no vivir,
no son bastantes
para aquietar los clamores de mi alma
y la intensidad de mi sangre oscura.
Este espíritu inquieto,
que ha despertado tus defensas y cegado tus sentidos,
yace aquí... muerto en tu desdén...
en tus dudas y en las mías.
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sábado, octubre 22, 2005
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