domingo, octubre 16, 2005

Lágrimas de Sal

Necesito desaparecer,
volverme invisible a tantos ojos,
esos que me determinan y me juzgan
en una sola mirada de reproche.

Soy y no soy lo que quisiera ser
deseo perderme en la grandeza de las cosas
tener uno y mil rostros, ser parte del mundo y de la nada
sumergirme en el océano y en el fuego, ser ceniza.

Soy un espíritu errante,
castigado por simplemente pretender ser,
una voz que por la fuerza quiso ser acallada
cuando cuestionó sus orígenes y la veracidad de aquel destino
que le impusieron en nombre de ese Dios...
ese Dios tan ajeno a la discordia de los hombres,
tan ignorante de su propia doctrina.

Soy un alma que herida por el abandono,
insiste en liberarse
aun sintiendo un inexplicable remordimiento,
una culpa que me pone de rodillas
a meditar sobre lo que me he atrevido a hacer,
mientras lágrimas cargadas de sal
bañan mis mejillas por tanta osadía.

Soy sólo otro espíritu rebelde
que se arroja sin miedo a los infiernos prometidos,
otro que se pierde en la oscuridad completa
y que se ha hecho indigno de ser salvado.

Dicen que no merezco tu compasión
no soy para ti sino una mala influencia, un mal contagioso;
te cuentan que estoy manchada por haber renegado de una vida entera,
que por cierto, jamás fue mía.

Sí, he caído,
soy el ángel que ha caído
desde el piso décimo de aquel palacio
que Dios nunca visitó.

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