sábado, octubre 22, 2005

Tú, Margarita

Libre floreces,
sin ataduras ni complejos
irguiéndote siempre digna,
con orgullo pero sin arrogancia
en la sequedad de la hierba crecida.

En tu infancia...
no conociste los halagos
sino sólo el desprecio
de las altivas rosas,
envidiosas de esa simpleza,
celosas de tu tímida palidez.

Has vivido de los regalos de la Madre,
del suave rocío que con suavidad
te besa cada mañana
y sin reclamo ni enojo alguno
soportas con paciencia y valentía
la bravura del invierno.

Niños, viejos, enamorados
te arrancan sin remordimiento y
uno a uno vuelan tus pétalos
regalándoles en tu sacrificio
una ilusión.

Has soportado sola, sin cuidados,
como tantas otras con tus rasgos,
los avatares de la vida y de los vientos
para que luego tu silvestre hermosura
se marchite en rudas manos
que no la merecen.

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