Entre el pálpito recurrente
de tu pecho henchido de ilusiones,
encuentro la apasionada calma
que me había cansado ya de buscar.
Abrí las alas de repente
con el impulso que me dio tu pulso
en la vital sorpresa
de ver mis manos llenas con las tuyas.
Cúbreme en esta lluvia ácida,
huye del frío,
aniquila los fantasmas
y dame en vez, de regalo
tu sonrisa.
Que no retorne a tu rostro apacible
el reflejo del quebranto,
es este tu día, tu alborada, tu nuevo comienzo.
Obsérvame observarte
con todo el amor que pueden cargar mis ojos.
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viernes, diciembre 08, 2006
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